Parálisis Facial
La parálisis facial se produce como consecuencia de la lesión del nervio facial y las causas son múltiples: desde víricas, traumáticas (accidentes), neuroquirúrgicas (al quitar algún tumor cerebral o de parótida), tumorales o congénitas. La forma más frecuente es la Parálisis de Bell y es de origen desconocido.
El nervio facial es un nervio muy largo que recorre parte del sistema nervioso central y camina hasta llegar a sus terminaciones nerviosas, de forma que puede dañarse a lo largo de este trayecto dando lugar a sus manifestaciones.
Información sobre la cirugía:
- Anestesia: Local y sedación.
- Tiempo: 40min-2h (en función de la patología a tratar).
- Cirugía ambulatoria, no precisa ingreso.
- Recuperación laboral: 7-10 días.
“Una parálisis facial puede producir molestias oculares continuas e incluso pérdida del globo ocular".
A nivel de los párpados y la frente produce fundamentalmente tres alteraciones:
- Lagoftalmos: es la falta de cierre total o parcial del párpado superior, con lo que se altera el parpadeo espontáneo y el ojo queda expuesto.
- Ectropión paralítico: caída del párpado inferior por falta de tono del músculo orbicular que afecta además la bomba lagrimal ocasionando lagrimeo.
- Ptosis (caída) de la ceja: por alteración del músculo frontal.
La rehabilitación precoz con un fisioterapeuta experimentado en la materia es una medida imprescindible para mejorar el cuadro en casos parcial o totalmente reversibles.
Si la parálisis del nervio facial se acompaña de lesiones en el nervio trigémino (relativamente frecuente según la causa) puede producir anestesia corneal, lo que agrava aún más esta situación, al quedar desprotegida la córnea por el lagoftalmos unido a la anestesia corneal. En estos casos debemos actuar de forma urgente para evitar daños irreparables en el ojo.
El cierre completo de los párpados es fundamental para mantener el ojo húmedo, de forma que una parálisis facial puede dejar parte de la córnea expuesta y producir molestias oculares continuas con ojo rojo, sensación de arenilla o dolor, y en los casos más graves ulceras, sobreinfección, alteración visual irreversible e incluso pérdida del globo ocular.
El lagoftalmos se trata durante los primeros meses con lágrimas artificiales y pomadas lubricantes frecuentes. También puede ser muy útil el uso de tapones lagrimales, suero autólogo (sangre filtrada del propio paciente con factores regenerantes y antiinflamatorios) y la oclusión nocturna del ojo para evitar la sequedad. Debemos proteger el globo ocular minimizando la exposición a los agentes atmosféricos, mediante el uso de oclusores que crean una cámara húmeda o gafas de sol. En los casos en los que no son suficientes estas medidas y cuando estamos seguros de la ausencia de mejoría del cuadro de forma espontánea (aproximadamente 6 meses), se puede colocar una pesa de oro o platino dentro del párpado superior, para facilitar su cierre y mejorar el parpadeo espontáneo. La medida de pesa necesaria en cada caso se medirá en consulta o justo antes de la cirugía de forma individualizada.
El ectropión paralítico ocasiona la insuficiencia de la bomba lagrimal y suele requerir el tensado del párpado inferior para mejorar el cuadro y evitar el rebosamiento de la lágrima. En algunas ocasiones, si el ectropión es leve, puede ser suficiente este tensado pero en casos más severos y para disminuir la tracción hacia abajo por la mejilla paralizada, suele requerirse el uso de injertos (generalmente cartílago de la oreja) o lifting del tercio medio, para dar más estabilidad al párpado y evitar la recidiva. Al corregir el ectropión en la parálisis facial, suele mejorarse también el lagoftalmos, ya que elevamos el parpado inferior.
La ptosis o caída de la ceja, puede requerir cirugía para elevarla de forma directa (cejaplastia directa) o mediante lifting endoscópico y mejorar así la simetría y la estética facial.
El tratamiento con toxina botulínica en el lado sano, también puede ser un alternativa para evitar la contractura del lado no paralizado y evitar gesticulaciones anómalas.
Existen fenómenos de regeneración aberrante que originan un lagrimeo intenso asociado a la masticación o estrechamientos de la hendidura palpebral con determinados movimientos de la boca, que pueden también ser parcialmente mejorados con toxina botulínica.
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